Con el modelo actual de sociedad ser padres no es fácil. Todos tenemos vidas llenas de prisas y estrés en las que las horas de trabajo parece que no acaben; la extensión del teletrabajo, además, no nos ha ayudado como pensábamos y las nuevas tecnologías impiden que desconectemos al llegar a casa o mientras estamos en familia. Y sobre nuestros hombros la obligación de saber educar, estimular, cuidar, alimentar, amar… sin caer en la desesperación y siempre con una amplia sonrisa.
Desde hace muchos años percibo en mi consulta que, a los problemas agudos que afectan habitualmente a los niños como la fiebre, los mocos, las diarreas, ahora hay que sumar otros, tanto o más relevantes, que están vinculados a las familias como núcleo. Cada vez más hay mayores dificultades para poner límites, para poder educar a los niños sin tener que enfadarse, sin tener que castigar. Problemas de comportamiento, de conductas retadoras y agresivas en los menores, de episodios de rabias y llantos difíciles de controlar.
Sobre los padres recae una responsabilidad que nadie les ha enseñado a gestionar, no han sido “entrenados” para tan importante y ardua tarea. Todo el mundo opina, todo el mundo tiene razón y cada uno tiene su teoría. Muchas veces se ven sometidos a la presión de su entorno, tanto familiar como social. Todo ello hace que no sea extraño acabar en discusiones, peleas y gritos, con una mezcla final de desconocimiento, impotencia e incluso culpabilidad, que no tendrían que existir: necesitan apoyo, necesitan ayuda.
Este es el panorama de la sociedad moderna y no podemos decaer. !El optimismo nos tiene que acompañar!
Además de la formación médica hospitalaria, he podido recibir otras formaciones que me han permitido ver con claridad qué sistemas nos ayudan de una manera fácil y divertida a disfrutar de todas las etapas de la educación de nuestros hijos y no desfallecer en el intento.
Soy pediatra con una amplia experiencia a la que sumo mi cualidad de “entrenador de padres”, labor que cada vez es más necesaria. Porque como pediatra sé que, actualmente, también hay que acompañar a los padres y no sólo a sus infantes. Hay que entender sus puntos de vista, escuchar sus problemas y a partir de ahí ofrecerles las herramientas para que puedan disfrutar de su labor junto a sus hijos.
Cada niño es un mundo, un mundo mágico. No existe una sola manera de alimentar, de educar, de amar. Es absurdo que todos los niños sigan los mismos patrones de alimentación, de educación y que sus padres apliquen las mismas recetas. Los pediatras tenemos que entender que para cuidar muy bien a un niño hay que asumir que funciona en una “red” que es muy importante saber entender, apoyar y acompañar.
Ser “entrenador de padres” completa la maravillosa tarea que los pediatras hemos venido a hacer en este mundo.